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Saturday, March 21, 2009






















Este es Apolo brillando en tu cara. Oh raro Contemporáneo, déjanos disfrutar calores lejanos. Danos la sutil y más celestial, aunque elusiva, belleza; que pasa a través y a través y no mora en el verso; agua pura incluso, que no refleja sino aquellos tintes que el vino posee en su fruto. Deja soplar vientos épicos del comercio y cese este vals de inspiraciones. Permítenos sentir más a menudo el gentil viento del suroeste sobre nuestras mejillas, soplando desde el cielo Indio. ¿Qué importa que perdamos un millar de meteoros en el cielo si las profundidades del cielo, si el polvo de estrellas y las indisolubles nebulosas permanecen?. ¿Qué importa que perdamos un millar de respuestas del oráculo si en su lugar podemos poseer algunos acres de tierra Jónica?.

Aunque sabemos bien,

“Que no está en el poder de los reyes [o presidentes] elevar

Un espíritu poético que no haya nacido tal,

Y que los poetas no nacen en cada uno de los días del príncipe”,

Y a pesar de todo lo que ellos cantaron en alabanza del “reinado Eliza”, tenemos pruebas de que los poetas pueden nacer y declamar en nuestro día, en la presidencia de James K. Polk,

“Y que los mayores poderes de la rima inglesa”

No fueron “confinados a su pacífico reinado”

¡La profecía del poeta Daniel ha sido ya mucho más que cumplida!.

“¿Y quién sabe a tiempo si podremos desatar

El tesoro de nuestra lengua? ¿A qué playas extrañas

Esta victoria de nuestra mejor gloria será enviada,

Para enriquecer naciones desconocidas con nuestros almacenes?

Que mundos todavía en el occidente informe

Pueden ser refinados con los acentos que son nuestros”

Bastante ha sido dicho en nuestros días sobre el encanto de la escritura fluida. Oímos como queja de algunas obras del genio que ellos tienen pensamientos sutiles, pero son irregulares y no tiene fluidez. Pero incluso las cimas de las montañas en el horizonte son, a los ojos de la ciencia, partes de un rango de altitud. Deberíamos tener en cuenta que el flujo del pensamiento es más como el flujo de la marea que como la inclinación de un río y el resultado de una influencia celestial y no de cualquier pendiente de su cuenca. El río fluye porque corre pendiente abajo y fluye más rápido cuanto más rápido desciende. El lector que espera flotar aguas abajo durante todo el viaje, podría quejarse de los olas nauseabundas y de restos del mar cuando su frágil bote llega en medio de las olas de la corriente del océano, que fluye tanto hacia el sol y la luna como las corrientes menores fluyen hacia él. Pero si apreciáramos el flujo que está en estos libros, deberíamos esperar que se elevara de la página como una exhalación y puliera nuestros críticos cerebros como saliente de una piedra de molino, fluyendo a niveles más altos por encima y por detrás de nosotros. Hay muchos libros cuya superficie se agita como la de un arroyo y fluye libremente como la corriente de un molino por su caz; y cuando sus autores están en la pleamar de su discurso, Pitágoras, Platón y Jamblico se paran detrás de ellos. Sus sentencias largas, ensartadas y viscosas son de tal consistencia que ellas fluyen y corren juntas. Se leen como si estuvieran escritas para hombres de la milicia o de los negocios, tanta es la resolución que hay en ellas. Comparados con estos, los pensadores y filósofos graves parece que no se han quitado sus vendados ropajes; que son mas lentos que el ejército romano en su marcha, la retaguardia acampando esta noche donde la avanzadilla acampó la noche anterior. El sabio Jamblico se arremolina y palidece como un curso de agua empantanado.


“¿Cuantos miles nunca oyeron el nombre

De Sidney o de Spencer o sus libros?

Y aun así, valientes compañeros, y de fama reconocida,

Parece que dominan todo el mundo con una mirada”


El escritor preparado toma la pluma y grita ¡Adelante!. ¡Alamo y Fanning! y después despliega la marea de la guerra. Los mismos muros y vallas parecen viajar. Pero el más rápido trote no es, después de todo, una corriente; y me temo, lector, que tú y yo, al menos, no seguiremos a ningún recaudador.

Henry David Thoreau

(Fragmento de "A week on the Concord and Merrimack rivers", Sunday)

Traducción de Guillermo Ruiz

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