"Mi edad no está ya para burlarse con la otra vida, que a cincuenta y cinco de los años gano por nueve más y por la mano"
14-07-1613 (Prólogo Novelas Ejemplares)
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"NOVELA Y COLOQUIO QUE PASÓ
ENTRE CIPIÓN Y BERGANZA,
PERROS DEL HOSPITAL DE LA RESURECCIÓN,
QUE ESTÁ EN LA CIUDAD DE VALLADOLID,
FUERA DE LA PUERTA DEL CAMPO,
A QUIEN COMÚNMENTE LLAMAN
«LOS PERROS DE MAHUDES»
CIPIÓN.-
Berganza amigo, dejemos esta noche el
Hospital en guarda de la confianza y retirémonos a esta soledad y entre
estas esteras, donde podremos gozar sin ser sentidos desta no vista merced que
el cielo en un mismo punto a los dos nos ha hecho.
BERGANZA.-
Cipión hermano, óyote
hablar y sé que te hablo, y no puedo creerlo, por parecerme que el
hablar
-fol. 241r-
nosotros pasa de los términos de
naturaleza.
(...)
CIPIÓN.- Lo que yo he oído alabar y encarecer es
nuestra mucha memoria, el agradecimiento y gran fidelidad nuestra; tanto, que
nos suelen pintar por símbolo de la amistad; y así, habrás visto (si has mirado
en ello) que en las sepulturas de alabastro, donde suelen estar las figuras de
los que allí están enterrados, cuando son marido y mujer, ponen entre los dos,
a los pies, una figura de perro, en señal que se guardaron en la vida amistad y
fidelidad inviolable.
(…)
BERGANZA.- Ambición es,
pero ambición generosa, la de aquel que pretende mejorar su estado sin
perjuicio de tercero.
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CIPIÓN.-
Pocas o ninguna vez se cumple con la ambición que no sea con daño de
tercero.
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BERGANZA.-
Ya hemos dicho que no hemos de murmurar.
|
CIPIÓN.-
Sí, que yo no murmuro de nadie.
(…)
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BERGANZA.- Acuérdome que
cuando estudiaba oí decir al precetor un refrán latino, que ellos llaman
adagio, que decía: Habet bovem in lingua.
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CIPIÓN.-
¡Oh, que en hora mala hayáis encajado vuestro latín! ¿Tan presto se te
ha olvidado lo que poco ha dijimos contra los que entremeten latines en las
conversaciones de romance?
|
BERGANZA.-
Este latín viene aquí de molde; que has de saber que los atenienses
usaban, entre otras, de una moneda sellada con la figura de un buey, y cuando
algún juez dejaba de decir o hacer lo que era razón y justicia, por estar
cohechado, decían: «Este tiene el buey en la lengua».
(…)
|
BERGANZA.- Pues escucha,
que aún más adelante tiraban la barra, puesto que me pesa de decir mal de
alguaciles y de escribanos.
|
CIPIÓN.-
Sí, que decir mal de uno no es decirlo de todos; sí, que muchos y muy
muchos escribanos hay buenos, fieles y legales, y amigos de hacer placer sin
daño de tercero; sí, que no todos entretienen los pleitos, ni avisan a las
partes, ni todos llevan más de sus derechos, ni todos van buscando e
inquiriendo las vidas ajenas para ponerlas en tela de juicio, ni todos se
aúnan con el juez para «háceme la barba y hacerte he el copete», ni todos los
alguaciles se conciertan con los vagamundos y fulleros, ni tienen todos las
amigas de tu amo para sus embustes. Muchos y muy muchos hay hidalgos por
naturaleza y de hidalgas condiciones; muchos no son arrojados, insolentes, ni
mal criados, ni rateros, como los que andan por los mesones midiendo las
espadas a los estranjeros, y, hallándolas un pelo más de la marca, destruyen
a sus dueños. Sí, que no todos como prenden sueltan, y son jueces y abogados
cuando quieren. (...)
|
(…)
si no es que sus palabras se han de
tomar en un sentido que he oído decir se llama alegórico, el cual sentido no
quiere decir -fol. 266v-
lo que la letra suena, sino otra cosa que, aunque diferente, le haga semejanza;
y así, decir:
Volverán a su forma verdadera
cuando
vieren con presta diligencia
derribar
los soberbios levantados,
y alzar
a los humildes abatidos,
por
mano poderosa para hacello,
tomándolo en el sentido que he dicho, paréceme que
quiere decir que cobraremos nuestra forma cuando viéremos que los que ayer
estaban en la cumbre de la rueda de la fortuna, hoy están hollados y abatidos a
los pies de la desgracia, y tenidos en poco de aquellos que más los estimaban.
Y, asimismo, cuando viéremos que otros que no ha dos horas que no tenían deste
mundo otra parte que servir en él de número que acrecentase el de las gentes, y
ahora están tan encumbrados sobre la buena dicha que los perdemos de vista; y
si primero no parecían por pequeños y encogidos, ahora no los podemos alcanzar
por grandes y levantados. Y si en esto consistiera volver nosotros a la forma
que dices, ya lo hemos visto y lo vemos a cada paso; por do me doy a entender
que no en el sentido alegórico, sino en el literal, se han de tomar los versos
de la Camacha; ni tampoco en éste consiste nuestro remedio, pues muchas veces
hemos visto lo que dicen y nos estamos tan perros como vees; así que, la
Camacha fue burladora falsa, y la Cañizares embustera, y la Montiela tonta,
maliciosa y bellaca, con perdón sea dicho, si acaso es nuestra madre de
entrambos, o tuya, que yo no la quiero tener por madre. Digo, pues, que el verdadero
sentido es un juego de bolos, donde con presta diligencia derriban los que
están en pie y vuelven a alzar los caídos, y esto por la mano de quien lo puede
hacer. Mira, pues, si en el discurso de nuestra vida habremos visto jugar a los
bolos, y si hemos visto por esto haber vuelto a ser hombres, si es que lo
somos.
BERGANZA.- Digo que tienes razón, Cipión hermano, y
que eres más discreto de lo que pensaba; y de lo que has dicho vengo a pensar y
creer que todo lo que hasta aquí hemos pasado y lo que estamos pasando es
sueño, y que somos perros; pero no por esto dejemos de gozar deste bien de
-fol. 267r-
la habla que tenemos y de la excelencia tan grande de tener discurso humano
todo el tiempo que pudiéremos; y así, no te canse el oírme contar lo que me
pasó con los gitanos que me escondieron en la cueva.
(…)
CIPIÓN.- Una muestra y señal desa verdad que dices
nos dan algunos hombrecillos que a la sombra de sus amos se atreven a ser
insolentes; y si acaso la muerte o otro accidente de fortuna derriba el árbol
donde se arriman, luego se descubre y manifiesta su poco -fol. 274r-
valor; porque, en efeto, no son de más quilates sus prendas que los que les dan
sus dueños y valedores. La virtud y el buen entendimiento siempre es una y
siempre es uno: desnudo o vestido, solo o acompañado. Bien es verdad que puede
padecer acerca de la estimación de las gentes, mas no en la realidad verdadera
de lo que merece y vale. Y, con esto, pongamos fin a esta plática, que la luz
que entra por estos resquicios muestra que es muy entrado el día, y esta noche
que viene, si no nos ha dejado este grande beneficio de la habla, será la mía,
para contarte mi vida.
(...)
El acabar el Coloquio el licenciado y el despertar el alférez fue todo a un tiempo; y el licenciado dijo:
—Aunque este coloquio sea fingido y nunca haya pasado, paréceme
que está tan bien compuesto que puede el señor alférez pasar adelante
con el segundo.
—Con ese parecer —respondió el alférez— me animaré y disporné a
escribirle, sin ponerme más en disputas con vuesa merced si hablaron los
perros o no.
A lo que dijo el licenciado:
—Señor Alférez, no volvamos más a esa disputa. Yo alcanzo el
artificio del Coloquio y la invención, y basta. Vámonos al Espolón a
recrear los ojos del cuerpo, pues ya he recreado los del entendimiento.
—Vamos —dijo el alférez.
Y, con esto, se fueron."
(Sigmund Freud, reconocido lector del Coloquio, ya aludió al «espíritu cínico y escéptico» de la novela. Pierre Daniel Huet inició la tradición de asociarla con El asno de oro de Apuleyo, mientras que Menéndez Pelayo y otros comentaristas la entroncan con la sátira lucianesca, entre otras muchas interpretaciones)
Sin ironía no hay sino impostores o, en el mal sentido de la palabra, profesores